02 junio 2008

HISTORIA DE PINEDA DE LA SIERRA

La Villa de Pineda está situada en el extremo centro oriental de la Provincia de Burgos, en las alturas de la Demanda, lindante con la provincia de Logroño. Su amplio término, casi 7.000 hectáreas, constituye un bello y difícil paraje de montes, arroyos, pantanos, bosques, glaciares, nieves y praderíos. El pico de San Millán (2.131 metros) y el Mencilla (1.929 m) son los dos extremos en los que se clava el mantel del panorama que forma un valle amplio y profundo, con el puerto del Manquillo (1413 metros) al fondo, la Villa de PINEDA en el centro (1.205 metros) y el Arlanzón , ya formado, que se remansa en el pantano inmediato. El nombre no ofrece dudas a los filólogos y lo consideran un fitónimo derivado de "Pinus-Pineta", con sufijo de abundancia, en este caso de pinos.

PINEDA DE LA SIERRA es una Villa milenaria, cuya fundación se atribuye al conde don Sancho, el de los Buenos Fueros, porque, en efecto, don Sancho también concedió a PINEDA una carta foral. Pero esta carta, es precisamente la prueba de que ya preexistía la Villa, y con experiencia de ganaderías, toda vez que no parece congruente conceder libre tránsito por el Condado a 15.000 cabezas de ganado de una Villa nueva cuya capacidad y circunstancias de asentamiento y de explotación se desconocen. Parece más razonable aceptar el poblamiento de PINEDA durante la primera ola foramontada que subió desde la Bureba por el Valle de Oca, saltó al Arlanzón, fijándose en la Alta Sierra en poblados como Alarcia, Villorobe, Uzquiza, Herramel, Villasur de Herreros y otros. Y esto sucedió a finales del siglo IX. Por eso, PINEDA fue incluida en el alfoz de Oca, cuya cabeza era Villafranca y luego en la Merindad de Montes de Oca.

La Villa destacó pronto por su ganadería y de ahí se derivó el privilegio del conde don Sancho, que ratificarán los reyes de Castilla, en virtud del cual, los vecinos de PINEDA podrán poner en trashumancia una cabaña de 15.000 cabezas de ganado ovino, sin que nadie pudiera impedirlo o que exigieran gabela o tributo por ello. Estamos ante un principio o anuncio del famosos Honrado Concejo de la Mesta en la Castilla condal. A la entrada del invierno, los vecinos de PINEDA trasladan sus rebaños a la Ribera del Duero y aún más lejos, para volver e sus recuestos al acabar la primavera. Más adelante, volveremos sobre el tema, definitorio de la Villa.

Que PINEDA no fue fundación de don Sancho lo prueba el documento del Archivo de Cardeña, de 23 de mayo del año 932, cuando comenzaba a gobernar el conde Fernán González, abuelo de don Sancho.
En ese pergamino leemos por vez primera el nombre de PINEDA, con ocasión de donar el magnate Asur González al monasterio de Cardeña la Iglesia de San Miguel, señalando que la propiedad de dicha iglesia "lindaba con el camino que viene de PINEDA".

Cuando el rey Sancho II determina restaurar la diócesis de Oca en la ciudad de Burgos, comienza a delinear los fundamentos económicos de la misma. Así, en 18 de marzo de 1068, concede al obispo don Simeón determinados derechos de pasto en los montes de Oca y de PINEDA. Concede, incluso, la autorización para construir algunas tenadas para guardar los rebaños del obispado.
En 1136, el emperador Alfonso VII confirma el fuero concedido por el conde don Sancho
y el nombre de la Villa sigue apareciendo constantemente en la documentación medieval.

La actividad repobladora o colonizadora no se limitó al casco urbano de Pineda y a su magnífica iglesia románica, obra del siglo XII. Su pórtico es una de las expresiones más acertadas de la función de los mismos, no solamente defendía las cuidadas portadas, eran, además, el lugar preferido para celebrar los concejos abiertos, tras los actos litúrgicos, en los que democráticamente, se trataban los asuntos atañentes a la comunidad vecinal. Se dice que dentro del actual término municipal hubo otro poblado llamado de SAN MAMÉS. Estaba a 4 kilómetros, al N.NO, sobre el cerro que llaman de San Mamés. Lo cierto es que si hubo, no por mucho tiempo, un convento de frailes franciscanos, de la reforma del célebre fray Lope de Salinas. Las crónicas de la Orden dicen que duró poco "por estar en tierra sumamente fría,áspera y montañosa". La ermita que recordaba el monasterio también ha desaparecido.

Ya que hablamos de desapariciones, mencionemos las del oso. Durante la Edad Media, en la actual provincia de Burgos se marcó una gran mancha de osos, con los peligros consiguientes. Pero su cacería reportó beneficios a PINEDA, según podemos leer en el "Libro de la Montería", mandado componer por el rey Alfonso XI. En este libro se menciona como propicios para el oso y el jabalí los hayedos de PINEDA y se localizan los lugares para las jaurías y los puestos de caza. Más de una vez, los reyes de Castilla y sus cortesanos cazarían, no sin riesgos, por los montes de la Villa, teniendo como auxiliares a los vecinos. Quizá, algunos de sus privilegios se consiguieran en aquellas estruendosas jornadas.

Cuando analizamos la Historia de PINEDA, al concluir la Edad Media, apreciamos que la Villa ha encaminado su vida por el cumplimiento de la norma moral cristiana, por el servicio al bien común a través de la Corona y de la administración del Estado
y por el situar su economía en aquello que su naturaleza le ofrecía con prodigalidad: La ganadería, la industria y forestal en su aplicación al carbón vegetal y una agricultura reducida al hecho natural, reduciendo su actividad al centeno, el lino y el cuidado de las huertas familiares. Así lo podemos apreciar en varias ocasiones significativas:

En 1728, el concejo de PINEDA aprueba unos "Acuerdos y Ordenanzas" que venían cumpliéndose desde mucho antes, pero a los que se les dio forma orgánica y aprobación total. Por ello vemos que todos los vecinos gozaban de voz activa y pasiva y que algunos oficios y servicios eran de obligada aceptación. Los vecinos elegían a sus gobernantes y representantes que no disfrutaban de sueldo, sino de menguada gratificación. El esquema de gobierno exigía dos Alcaldes ordinarios; un Procurador síndico; dos Regidores (concejales); dos Alguaciles; un Mayordomo de Fábrica; un Fiel de Fechos (secretario); Colector de Bulas; cuatro guardas de montes y un Dehesero.

Tras la elemental obligación de defender y ordenar el vecindario, el espíritu de tales Acuerdos se dirige principalmente al ordenamiento y defensa de los montes de roble, hayas y acebo y al mantenimiento de la cabaña ganadera, fundada en el fuero del conde don Sancho, por el que PINEDA planteará pleitos y los ganará en Burgos, Valladolid, Badajoz, Cáceres y ante la Orden de Alcántara, hasta entrado el siglo XIX. Y, finalmente, en la fabricación de carbón vegetal, dedicándose algún año e ese menester más de dos mil carros de leña. Hay en los "Acuerdos" una tabla de penas a los irresponsables y algunas atenciones sociales con las viudas.

La situación de PINEDA nos es perfectamente conocida en 1752 por el famoso Catastro del marqués de la Ensenada. Por el sabemos que los vecinos son 38, más ocho viudas y 21 habitantes, en total unas 200 personas, que habitan en 55 casas y disponen de 10 hornos de pan. Los vecinos pertenecen al realengo y al estado llano. La Villa pertenece a la Hermandad de Montes de Oca y señala que su término corre como cuatro leguas a la redonda. En la Villa funcionan tres molinos, una panadería que vende pan traído de Burgos (de trigo); una taberna que trae el vino de Cenicero (Rioja) y paga el concejo 24 maravedises por cántara. No beben mal los de PINEDA, pues un año con otro consumen 900 cántaras: 14.400 litros, o como ellos decían 3.600 azumbres.

El bosque y el ganado absorben a los vecinos. La agricultura es insuficiente y el centeno se paga a 11 reales la fanega, más caro que abajo, en el páramo y en las vegas. Aparte de las suertes de leña para que los vecinos pasen el invierno, 17 de estos se dedican a la industria del carbón vegetal que les proporciona un beneficio marginal de 150 reales a cada uno. Hacen carbón para cocina y de fragua (éste procede de raíces de brezo). La ganadería doméstica la forman 29 pares de bueyes, más 99 cabezas vacunas; más 63 de caballar y mular. Hay 46 colmenas. La parte mayor corresponde al ovino que se divide en dos clásicas partes, de churras y merinas. La cabaña de las churras reúne 940 cabezas y la de las merinas 8.830 cabezas. Hay que añadir 678 de cabrío. En total 10.448 cabezas de ganado menor. No eran las 15.000 que permitía el fuero, pero no era poca cabaña. Las que daban la carne, la leche, la cecina y las pieles eran las churras y las cabras. Pero las merinas proporcionaban la incomparable lana. Eran las que viajaban en bien ordenados rebaños a los pastizales extremeños de Plasencia, Zaraicejo, Trujillo, Montánchez, Cesar de Cáceres, Alcántara y villas norte de Guadiana. Todo el rito de la trashumancia se cumplía e PINEDA. En la Villa había un esquiladero y un gran lavadero que lo disfrutaba, previo pago de 2.000 reales, un caballero navarro residente en Cintruénigo.

Los vecinos contribuían a la Hacienda Real con las alcabalas, cientos (1.420 reales), sisas (970 reales), que entregaban en Burgos. Una contribución que les molestaba era la que anualmente entregaban al abad de San Salvador de Oña. Ellos decían que no sabían porque razón tenían que pagarlo; pero en el monasterio estaban seguros de su derecho. Consistía el tal tributo en 45 libras de truchas de las de 4 reales por libra, y 65 reales y medio en metálico; total 245 reales al año. El Concejo tenía conciertos con el médico y boticario de Villafranca (845 reales). El cirujano era también el maestro de Primeras Letras y no salía mal librado: Por cirujano cobraba 35 fanegas de centeno (385 reales), por maestro 1.250 reales, más 50 cargas de leña. Uno de los maestros a la sazón mejor pagados de España. Como contrapunto, en la Villa se reconocían 5 pobres de solemnidad.

PINEDA DE LA SIERRA salió airosa de la crisis napoleónica. Por aquí actuó el famoso Cura Merino y los mozos de la Villa supieron acompañarle en su glorioso empeño. Sin embargo, el siglo XIX traería grandes cambios a la Sierra. Al comenzar la década de los Cuarenta de este siglo, PINEDA mantenía su población en 228 habitantes. Ya se explotaban dos minas de carbón de piedra y la minería era una ilusión de futuro; al tradicional cultivo del centeno y del lino se había unido la patata. Aunque algo disminuidos se mantenían los rebaños de vacuno, de caballar, de ovejas merinas y de churras, así como el esquileo y el lavado de lanas. Se cuidaban los montes de roble y de hayas; dos molinos cantaban sus canciones de molinería; se practicaba la pesca y la caza mayor, incluido el lobo. La iglesia románica de San Esteban adornada con altares barrocos, se cuidaba como la joya de la Villa y la escuela funcionaba con 60 niños, cuyo maestro recibía 1.500 reales. Se contribuía al Estado con 4.383 reales y el presupuesto municipal ascendía a 6.000.

La minería fue la gran ilusión serrana del siglo XIX y parte del XX. Quienes hurgaban en las entrañas de la Sierra descubrían venas de hierro, de cobre, de plomo, de carbón y de otros minerales. PINEDA resultaba una población muy favorecida. Se descubrieron hierro, plomo y galena; en 1863 se explotaban 7 minas de carbón y era famosa la mina de plomo llamada "Carmina". Cuando se construyó el llamado Ferrocarril Minero, se le hizo pasar por PINEDA en su trayecto entre Villafría y Monterrubio de la Demanda. La ilusión se redujo a competencia entre los capitalistas, a dificultades en la explotación y transportes y a calidades de los productos. Prácticamente, a mediados del siglo XX se había abandonado las minas y el Ferrocarril Minero, tras una fraudulenta quiebra, pasó a ser una raya en los mapas de la época.

Al doblar el siglo XIX, PINEDA registraba la mayor población de su Historia, 472 habitantes que en 1950 eran ya 338. Pero entonces a la Villa le correspondió otra suerte, la del Turismo y el Deporte de la nieve y del Montañismo. El destino no quiere que PINEDA perezca. Los vecinos de hoy, como los de hace once siglos, aplicarán con entusiasmo su trabajo y lealtad a su hermoso terruño.

DOCUMENTACIÓN CEDIDA POR EL AYUNTAMIENTO DE PINEDA. (Redactado por el Cronista Oficial de la Provincia)

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