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15 mayo 2013

La chica de Bernardo


A ella el amor aún le sale por los ojos. El amor y el orgullo de haber vivido toda una vida con un hombre de una pieza, una de cuyas pasiones -además de llevar del brazo «a la chica más guapa de Burgos» como siempre la llamaba, y pelear contra todas las injusticias que se le pusieron por delante- fue la poesía.

Pero una poesía silenciosa, que no quiso más espectadores que los ojos de Cruz Alonso, su mujer, su compañera en la vida, quien ahora, y quizás para agradecer tanto cariño por escrito y llevar un poco la contraria al tímido de Bernardo, ha elaborado una joya en forma de libro que contiene los versos más hermosos del poeta Cuesta.

El próximo día 29 en el Teatro Principal todos los que quisieron a Bernardo Cuesta y quieren a Cruz Alonso estarán en la presentación de Antológicamente II, leerán sus textos, recordarán al hombre bueno que fue y se maravillarán ante una obra que, en palabras de la propia Cruz «está llena de amor por todas partes». Esto se nota en la impecable edición al cuidado de Marta San Martín; en la portada, con un acuarela del mar Cantábrico obra suya; en el certero retrato de Bernardo realizado por el fotógrafo Luis López Araico y en el prólogo del periodista Rodrigo Pérez Barredo: «Después de la desaparición de Jorge Villalmanzo, con el que Bernardo tenía una relación tan especial, no podría haber habido otra persona más que Rodrigo para hacerlo. Su colaboración ha sido una de las cosas más emotivas que me ha pasado».

Cruz anda siempre quitándose méritos con el mismo trabajo con el que procura evitar que se les escapen las lágrimas a borbotones cuando habla de Bernardo, fallecido en enero de 2012. Pero es que fueron más de 50 años juntos los que pasaron, desde que ella era una niña con coleta que vio algo muy especial en aquel estudiante de Derecho: «No era como los demás», recuerda. Y decidió que se quedaba con él. Tanto aplomo tuvo como premio el ser la mujer de una poeta, privilegio hermoso donde los haya y, ahora, la receptora de tantas palabras bellas ha tenido el detalle de compartirlas. Pero le sigue quitando importancia: «Yo he tenido mucha suerte en la vida porque siempre me he rodeado de gente maravillosa». Y así, 195 páginas contemplan la selección de 20 poemarios escritos entre 1990 y 2005: Paraíso de piedra con dos ríos y un bosque, Diógenes, Aunque es de noche, Semana de febrero o Tambores contra la guerra o Cenizas en el páramo, entre otros. Seguramente a él le hubiera gustado mucho todo esto: «No se hubiera extrañado porque ya sabía que yo soy un poco lanzada y poco reflexiva para ciertas cosas».

Tiembla mi corazón

(Fragmento)

Tiembla mi corazón todas las noches,
pájaro bajo el ala de tus brazos,
lo tapas con tu sombra, y la dulce
caricia de tus manos en reposo

Duerme mi corazón todas las noches
al calor sosegado de la casa
con un profundo sueño de coral
y las emanaciones de tu cuerpo

Duerme y tiembla la noche, siempre

alerta, mi corazón, de que no te levantes
sonámbula y te lleve un aire frío

Porque uno no está para estas cosas.
De que te lleve el aire, y yo me quede
viudo de tu amor durmiendo solo

22 febrero 2012

SONETO PARA BERNARDO


Este soneto lo ha enviado alguien  a modo de comentario en la entrada "SE APAGA LA VOZ DEL HOMBRE" dedicada a Bernardo. Como me parece muy bonito, y no todo el mundo lee los comentarios, lo publico en una entrada, también, para que sea leído por más gente

SONETO AL POETA  BERNARDO CUESTA BELTRÁN
(leído en su funeral)

Partes ahora compañero, querido,
carne de corazón toda tu hombría.
Huellas de tu mirada en mi piel fría;
vibra tu voz, eterna en mis oídos.

Un verso escribió cada latido.
!Nunca hubo mas humilde maestría!:
Más que poeta, fuiste la poesía.
Hoy vas dejando atrás tu cuerpo herido.

Lo oculto percibió tu sentimiento. Expresarlo en palabras, tu talento. El la amistad, un derroche de ternuras.

Una tristeza vital, sin amarguras,
una alegría infantil, sencilla y pura.
Tu vacío...! Un doloroso arrancamiento!

Antonio Box Sinís febrero 2012


27 enero 2012

SE APAGA LA VOZ DEL HOMBRE


Fallece a los 74 años Bernardo Cuesta Beltrán, uno de los más grandes poetas de la historia de Burgos, hoy más huérfana de talento, humanidad, humildad y hondura

Durante los últimos días de su vida, en los instantes de mayor lucidez, cuando abandonaba los laberintos oscuros por los que transitó durante tantos meses, su voz era la del poeta y la del hombre, que en él siempre fueron la misma: todo eran palabras de amor, de amistad, de reconciliación, de generosidad. Sin saberlo, él fue el mejor poema que escribió nunca. Era un verso perfecto. Era la concordia y la luz, el cariño y el abrazo, la rebeldía respetuosa, el ser entrañable que siempre es grande en su sencillez. Un tipo sin enemigos.

Un hombre cabal, honesto, íntegro y decente. Y era un poeta formidable, uno de los más grandes que ha dado esta tierra aunque él nunca se jactara de ello, aunque jamás aceptara los halagos y esta ciudad tantas veces sulfúrica le volviera en tantas ocasiones la espalda no reconociendo lo evidente. A Bernardo, machadianamente bueno, le llenaba la vida escribir, cantarle al hombre y a Dios con su voz de tierra, con su palabra humilde y tan verdadera, tan honda que en ella cabía hasta el silencio. A Bernardo le encantaba estar con sus amigos, celebrar la amistad tomando vinos. Aunque lo que más le gustaba a Bernardo era dar paseos con Cruz y así fardar yendo del brazo de la chica más guapa de Burgos.

Ayer se apagó a los 74 años la voz de Bernardo Cuesta Beltrán, el poeta del hombre. Aunque nacido en Tetuán con raíces en Peñaranda de Duero, era tan burgalés que elevó esta tierra a la más alta categoría poética y jamás se fue de aquí aunque pudo haberlo hecho muchas veces. De su maestro, otro burgalés que no nació en Burgos, Rafael Núñez Rosáenz, aprehendió que la música de la poesía está en la vida, y que ésta sólo podía contarse de manera suave y profunda. Miren: Bernardo deja una obra monumental, buena parte de ella inédita porque Caín no ha dejado de hacer de las suyas y porque él nunca tuvo ambición. Para qué si había amigos, alboradas al poniente, estrellas en el cielo o una alondra cantarina encendiendo las mañanas. Tuvo la altura moral y la inteligencia de festejar cuanto alcanzó olvidándose todos los días de lo que podía haber tenido. Su cabeza, escribió Tino Barriuso, era «uno de los más hermosos espectáculos de la ciudad».

Durante décadas, además de escribir poesía y ganar con ella numerosos concursos (juegos florales, se llamaban entonces), fue un agitador cultural de enorme magnitud. Tomó parte de cuantas aventuras culturales -Audax, Alfoz, Alcuza, Álamo, Atlantes- se emprendieron en tan yermo páramo. Algunas fueron arrasadas por el hielo y la nieve. Otras, como Artesa, fructificaron hasta proyectarse allende las fronteras. Como Lorca y su Barraca, llevó la poesía a los barrios, a los pueblos. Allá donde hubiera alguien dispuesto a escucharle, había esperanza. Ejerció Bernardo como el mejor padre posible con los poetas jóvenes, a los que abrigó cuando sentían frío, a los que animó cuando estaban decaídos, a los que siempre insufló aliento y vida con una generosidad ilimitada. De su desmesurado corazón pueden dar fe sus amigos y enemigos, si es que alguna vez los tuvo.

Trabajó en Diputación, donde desarrolló una intensa labor sindical. Hombre político, concurrió como candidato a la presidencia del Gobierno en las primeras elecciones democráticas por el partido Reforma Social Española. Incluso entonces dejó muestras de una decencia tan elegante que todavía hoy es recordada.

Una vasta obra

Deja Cuesta Beltrán una obra extensísima, en la que no faltan prosas y un sinfín de artículos de prensa. Publicó cientos de poemas en revistas literarias y en libros como Cenizas en el páramo y, sobre todo, Antológicamente, está el mejor resumen de su obra: una poesía adscrita a la corriente espadañista que tuvo en el temblor del hombre su epicentro. «Como la intensidad de la poesía no existe nada. Es la expresión más totalizadora del espíritu humano», decía para intentar explicar su pasión inexplicable por el arte de lo inasible. Nunca dejó de escribir Bernardo Cuesta Beltrán, aunque fuese en apariencia un empeño inútil. Nunca perdió la fe. Nunca dejó de estar enamorado. Nunca defraudó a sus amigos. Jamás claudicó. Jamás se dio por vencido. Jamás cayó en desaliento ni en el desmayo. Qué mejor manera para despedir a un poeta que recurrir a las palabras de otro, Tino Barriuso, ‘con quien tanto quería’: «Bernardo tuvo el enorme talento de no dejar nunca de sonreír». Descansa en paz, amigo.